lunes, 26 de mayo de 2014

Dos corazones


Cuando tienes dos corazones dentro de tu cuerpo, el propio y uno en construcción, tiendes inevitablemente a sentir de otra manera. No sé si más, si exactamente el doble o simplemente diferente.
Enfrascados en un súper proyecto, me veo cómo una de esa muñecas rusas, en sus orígenes japonesas. Las matrioskas, coloridas y risueñas, guardan dentro de sí una figura más pequeña, que a su vez te sorprende con otra en su interior. 
La maternidad asoma por la puerta del futuro, ya a menos de tres meses de que llegue. Me gusta creer que eres, en lugar de la figurita que espera dentro a que su mayor sea abierta, la capa que se forma como un halo, a mi alrededor. Si no fuera porque te siento en mi vientre, diría que lo que haces es recubrirme lenta y cuidadosamente, guardando con celo mi esencia pero otorgando, a esta loca empedernida y orgullosa, aires de prudencia, ternura y juego. Me da que me vas a completar, pequeño. Lástima que no lo sepan ver todos. 

A mi entender, no es fortuito que aquéllas sean de madera, noble material que nos brinda la naturaleza para que lo trabajemos y aprovechemos con responsabilidad y con la pasión del capricho creativo, más allá de su funcionalidad. Sólo ahora, ser madre se me antoja como un intrépido viaje, que se trazará sobre la marcha y cuyo mapa tengo ya entre mis manos. Porque tú, lindo ser que me divierte y me asusta, nacerás como un bloque de mármol virgen para no volverlo a ser nunca más, a veces modelado con cincel por los que te acompañaremos, en ocasiones erosionado suave y lentamente por la lluvia que día tras día caerá sobre ti, o por las olas que tú mismo quieras ir a buscar.

Algo así sucede conmigo, intuyo. Y con todas las que me precedieron. El cambio más importante, la conversión más antigua, la metamorfosis más generosa.

A pesar de que te esperamos desde hace ya unos meses, es ahora cuando estás inundándolo todo. Empezamos a imaginar, a crear y a disponer para que tú estés cómodo cuando decidas llegar. Y, siguiendo con nuestra filosofía de aprovechar y valorar aquello que nos llega de los que nos quieren, hemos empezado preparando el lugar donde construirás tus sueños: tu cunita, donde también los construyeron tus tíos paternos, treinta y tantos años atrás. Tras una limpieza, sutil y cuidadosa, gracias al buen estado de conservación del bambú, espera la llegada del colchón de espuma que encontré por casualidad en una tienda de segunda mano de San Bernardo y que papá cortó para que encajara perfectamente en la estructura. La yaya cose desde hace poco las telas que vestirán tu cama. 

Te iremos enseñando el color que le vas dando a nuestra vida. Hoy ya tienes tu sitio en nuestra casa, pronto también tuya.