martes, 1 de enero de 2013

Lo que realmente importa


Subiendo hacia el pinar se empieza a sentir el olor a leña. Por mucho que apriete el frío, este aroma te abraza y adormece. Decía Neruda, cómo un árbol que aún estuviera vivo y te alcanzara con sus ramas en un gesto agudo de final.
No hay pesebre sin leña, sin río, sin pastores. Los elementos se repiten pero nunca son los mismos.
Veo las manos de una niña moviendo los tres camellos para hacerlos avanzar cada día. También esas manos forman parte del belén, trazando el camino hacia el portal. Resurge aquí lo interactivo de la representación.

El primer belén fue viviente. En la nochebuena de 1223, San Francisco de Asís homenajeaba así, en una cueva de Greccio, en Italia, el nacimiento de Jesucristo. Luego llegó el interés por perpetuar la obra, las figuras, sólo al alcance de unos pocos. Primero la Iglesia y la nobleza, más tarde el pueblo.
Ahora son muchos los rincones del mundo con tradición belenista y cada uno lo acaba adaptando al lugar, como en un intento de sumar en la historia. Así, aparecen plantas del trópico en pleno desierto y caganés con barretina tras alguna pared solitaria.
Aunque dentro de la forma se oculta el fondo.

Cuando uno se sitúa ante un pesebre siente que hay cosas que no cambian nunca, o no lo hacen en su esencia. A mí me da por remontarme a esos tiempos. Intento imaginar como sería el Nazaret de la época, con una vida áspera, dura, sin las comodidades de ahora. Humilde para la mayoría. Los ropajes, los oficios y hasta la lumbre.
Me encuentro gente sencilla que se acerca caminando por la ladera hacia un pequeño establo que le hace de hogar a alguien. Traen lo que pueden, cada uno algo. Porque sólo ellos saben lo que realmente importa.
                                                                               
Los niños ríen y juegan mientras sacan agua del pozo y aprenden a trabajar la madera.  El mundo gira más despacio, las vidas son más cortas.
Algo así existió, creas o no en la Inmaculada Concepción. Hubo un día en el que el mundo era ese pesebre que ahora montamos. Y no sé yo si es ahora cuando nos va mejor. Mientras lo pienso, paseo por mi tenebroso barrio gótico y su Fira de Santa Llúcia, curioseando las figuras y los portales mientras recorro sus diminutas paradas. Las que vuelven esta Navidad después de haberlo hecho doscientas veinticinco veces antes. Eso sí que es un verdadero milagro.

Belén viviente de Martorelles. Sus vecinos lo preparan e interpretan desde 1976. 



A los que quieran más

http://es.firadesantallucia.cat/ (en castellano)
http://www.pessebresvivents.cat/mapa.htm (en catalán)
http://www.abelenmadrid.com
http://www.belenvivientebuitrago.es/