Hoy estoy triste.
Soy catalana y adoro
mi tierra. Desde el daliniano Portbou hasta los confines del Ebro. Amo cada uno
de los rincones que he recorrido, saboreando los acentos y caprichos del catalán.
Sin quererlo pronuncio maresdedèu y macagüenlapells mientras hago mi vida en
Madrid. Se me llena la boca al hablar de la cultura catalana y de sus riquezas.
De lo que se me anexa solo por haber nacido allí, en ese rinconcito del mundo.
Soy española y quien haya visto mi cara alguna vez sabe que
no puedo negarlo. Hija de andaluces, hay algo de árabe perdido en mi gesto.
Crecí escuchando flamenco, y bailándolo. Me gustan los atardeceres de Ronda y
de la Bahía de Cádiz, y me reconforta amanecer entre encinas y olivares.
Lo siento todo mío. No puedo disociarlo y si me preguntan lo
digo. Mi corazón no entiende de escaños ni de mayorías. Supongo que los habrá que les suceda lo mismo con la senyera, y que no encuentren nada suyo en el segundo párrafo de este texto.
Tengo la fortuna de haber crecido entre dos lenguas y ojalá
hubieran sido más. Nunca me planteé cuál de las dos era más importante. Nadie
me empujó a hacerlo. Todo sumaba.
Los críos no teníamos problemas y, por aquel entonces, los
padres tampoco. Mi madre podía ayudarme
con los deberes a pesar de las el.les geminadas. Sin dramas ví como, digui digui en mano, acudía
a sus clases con naturalidad e interés. Mi padre no lo hizo, con todo el
derecho del mundo, y nunca sintió rechazo alguno por ello. Todo eran, sin ser
del todo evidentes, señales de convivencia, respeto y equilibrio.
Siempre me han enseñado que lo bueno, si no puede
compartirse, carece de valor. Yo quiero
compartir Cataluña con el resto de españoles, de la misma manera que quiero
compartir España con el resto del mundo.
No hablo de competencias autonómicas ni de pactos fiscales. No escribiré sobre economía, eso
no corresponde a este blog. Hablo de valores. Los que se construyen con el paso
de los años y se transmiten de generación en generación. Esos que orientan
nuestro comportamiento y dan forma a nuestras relaciones. Detrás del soberanismo exacerbado, del auge
independentista y la reivindicación del estado propio, no encuentro ni un valor,
ni uno solo, del que vayan a nutrirse nuestros hijos.
Pido por favor que alguien me ilumine.